Goethe: acreditar las dudas


Johann Wolfgang von Goethe (Frankfurt, 1749-Weimar, 1832) fue un poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a fundar el romanticismo, movimiento al que influenció profundamente. En palabras de George Eliot (1819-1880) fue «el más grande hombre de letras alemán... y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra». Su obra, que abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en importantes escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores, siendo incalculable en la filosofía alemana posterior y constante fuente de inspiración para todo tipo de obras. Su novela Wilhelm Meister fue citada por Arthur Schopenhauer como una de las cuatro mejores novelas jamás escritas, junto con Tristram Shandy, La Nouvelle Heloïse y Don Quijote. Su estilo, plagado de afirmaciones sentenciosas, ha permitido que la tradición espigue abundantes máximas, sentencias y aforismos, de entre los cuales El Aforista ha seleccionado los que reproducimos a continuación.


Una colección de anécdotas y máximas es el mayor tesoro para el hombre de mundo que acierte a intercalar las primeras en su lugar debido, y a recordar las segundas en el caso oportuno.


La conformidad del interlocutor nos deja indiferentes. La contradicción nos hace productivos y eficaces.


Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, es un suicida en pie.


A veces nuestro destino se asemeja a un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea, y sabemos que así será.


¡Artista! ¡Plasma! ¡No hables!


Los pecados escriben la historia, el bien es silencioso.


Bueno es en verdad adquirir, pero es mucho mejor conservar.


Ciertos libros parecen haber sido escritos no para aprender de ellos si no para que se reconozca lo que sabía su autor.


Es peligroso aquel que no tiene nada que perder.


Comprender significa ser capaz de hacer.


La confusión de lo real con lo ideal jamás queda impune.


Con el conocimiento se acreditan las dudas.


¿Cuál es el mejor gobierno? El que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos.


Debemos renunciar a nuestra existencia para existir verdaderamente.


El Arte es el medio más seguro de aislarse del mundo así como de penetrar en él.


Afortunadamente, el hombre sólo puede comprender un cierto grado de desgracia; más allá de este grado, la desgracia le aniquila o le deja indiferente.


El espíritu humano avanza de continuo, pero siempre en espiral.


El hombre feliz es aquel que siendo rey o campesino, encuentra paz en su hogar.


La paloma protesta contra el aire sin darse cuenta de que es lo único que le permite volar.


El mal está sólo en tu mente y no en lo externo. La mente pura siempre ve solamente lo bueno en cada cosa, pero la mala se encarga de inventar el mal.


El órgano con el que he comprendido el mundo ha sido el ojo.


Nadie puede saltar por encima de su sombra.


El que con perspicacia reconoce la limitación de sus facultades, está muy cerca de llegar a la perfección.


Todo es soportable en esta vida, excepto la sucesión prolongada de días prósperos.


El talento se educa en la calma, y el carácter en la tempestad.


En un momento dado de la vida, morimos sin que nos entierren. Se ha cumplido nuestro destino. El mundo está lleno de gente muerta, aunque ella lo ignore.


Ésta es la última conclusión de la sabiduría: la libertad y la vida se merecen si se
las conquista todos los días.


Feliz el que reconoce a tiempo que sus deseos no van de acuerdo con sus facultades.


Gris es toda teoría y verde el áureo árbol de la vida.


Hay dos poderes pacíficos: el derecho y la astucia.


La arquitectura es una música congelada.


Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada.


Somos modelados por lo que amamos.


Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano.


La claridad consiste en una acertada distribución de luz y sombra.


El hombre más feliz del mundo es aquel que sepa reconocer los méritos de los demás y pueda alegrarse del bien ajeno como si fuera propio.


La felicidad nace de la moderación.


La maldad no necesita razones, le basta con un pretexto.


El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo.


La multitud no envejece ni adquiere sabiduría: siempre permanece en la infancia.


El hombre que siente miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo.


La originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si no hubiesen sido dichas por otro.


Lo que no comprendemos no lo poseemos.


El niño es realista; el muchacho, idealista; el hombre, escéptico, y el viejo místico.


El más cercano a la perfección es quien, con penetrante mirada, se declara limitado.


Hay quien porque golpea la pared con un martillo se cree que clava clavos.


Los cementerios están llenos de hombres imprescindibles.


Para un hombre inteligente no hay locura pequeña.


Los sabios y los tontos son igualmente inofensivos; los que más son de temer son los sabios a medias y los medio tontos.


Estamos aquí para tornar imperecedero lo perecedero; y esto puede suceder sólo si se saben valorar ambas cosas.


Los sentidos no engañan, engaña el juicio.


Meditar es la manera intuitiva, pura, honda y habitual, de ver a Dios en la Naturaleza y a la Naturaleza en Dios.


Nada muestra tan claramente nuestro carácter como la cosa que nos hace reír.


Todo aquel que aspire al poder, ya ha vendido su alma al diablo.


Nadie es tan esclavo como quien se cree libre sin serlo.


Donde se pierde el interés, también se pierde la memoria.


Ni aun el genio más grande llegaría muy lejos si tuviera que sacarlo todo de su propio interior.


Todas las épocas decadentes son subjetivas y por contra todas las épocas de progreso son objetivas.


No hay nada más espantoso que la ignorancia activa.


Nunca se desprende uno de lo que le pertenece, aunque lo tire o lo regale.


Para poder resignarse es menester carácter.


Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.


No es hacer lo que nos gusta, sino que nos guste lo que hacemos, lo que convierte la vida en una bendición.


La cobardía es la madre de la crueldad.


Puedo prometer ser sincero, pero no imparcial.


La naturaleza y el arte parecen rehuirse, pero se encuentran antes de lo que se cree.


Quien al vulgo le exige deberes sin avenirse a concederle derechos, lo habrá de pagar caro.


Lo que importa más nunca debe de estar a merced de lo que importa menos


¡Quién sabe dónde vamos, si casi no nos acordamos de dónde venimos!


Se tiende a poner palabras allí donde faltan las ideas.


La venganza más cruel es el desprecio de toda venganza posible.


Lo que habéis heredado de vuestros padres, volvedlo a ganar a pulso, o no será vuestro.


Nadie sabe lo que hace mientras actúa correctamente, pero de lo que está mal uno siempre es consciente.


Si los hombres, una vez que han hallado la verdad, no volviesen a retorcerla, me daría por satisfecho.


Toda palabra dicha despierta una idea contraria.


La mayor riqueza del hombre consiste en tener un ánimo suficientemente grande para no desear la riqueza.


Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil.


Todos vivimos del pasado y nos vamos a pique con él.


Un gran sacrificio resulta fácil; los que resultan difíciles son los continuos pequeños sacrificios.


La filosofía muchas veces no reporta nada, pero ahorra mucho.


Un recuerdo de amor se parece al amor, es también una dicha.



 Uroboro