Jules Renard: dignificar el fracaso


Sergio García.- No hay más que ver la imagen de Jules Renard en la portada de la edición de su Diario 1887-1910 preparada por la editorial Debolsillo para hacernos una idea de la clase de literatura que encontraremos en su interior: se dibuja un rostro retador, vigilante, se vislumbra uno de esos seres que sabes que no te van a dejar pasar ni una. “No serás nada. Por más que hagas: no serás nada”, se acusa Renard en las primeras páginas de su Diario, y ya desde ese momento me sedujo esa declaración de intenciones, esa certeza de una tara inaugural que no hizo sino avivar el interés sobre el resto del libro. Porque, ¿de qué puede seguir hablando alguien que reconoce a las primeras de cambio su insignificancia? Como a todo buen letraherido, no le queda más remedio que seguir conversando consigo mismo: habla de amigos, de enemigos, cuenta anécdotas, emite opiniones y, sobre todo, lo que más me interesó: llenó sus páginas de aforismos muy agudos, extremadamente lúcidos, impregnados de una cortante inteligencia, pero también de la ternura y humanidad de quien asume la derrota como algo natural.

Renard es adictivo, casi nunca defrauda y además fue un excelente cultivador de todos los estilos aforísticos: una vez que parece haber logrado la máxima depuración y hondura poética con palabras como “Nieve sobre el agua: silencio sobre silencio”, se supera con aforismos como “He construido castillos en el aire tan hermosos que me conformo con las ruinas”, uno de mis textos favoritos, en el que logra dignificar el fracaso de manera sublime. Y así sigue a lo largo del libro, combinando hallazgos próximos a la greguería (“El pájaro, ese fruto nómada del árbol”) con manifestaciones de su afilado sentido del humor (“Recientemente una obra suya ha sido prohibida por el público”).

Reconozco pues, mi adicción a ese maravilloso gruñón que es Jules Renard. Vuelvo continuamente a él porque me es imprescindible una voz como la suya, irónica, distanciada, que restablezca el equilibrio y juzgue a la realidad con la misma crudeza con la que ésta se nos impone a nosotros. Vuelvo a Renard por el magisterio que me sugiere, por su milagrosa capacidad para llegar a esa comprimida y exacta formulación de una idea a la que aspiramos todos los aforistas. Vuelvo a Renard, en definitiva, porque posee esa magia del aforista genial capaz de hacernos saber que sabíamos ciertas cosas sin darnos cuenta, por el eco perpetuo que me dejan sus breves anotaciones: “Mis frases harán fortuna. Yo no”.


SELECCIÓN DE AFORISMOS DEL DIARIO DE RENARD
por El Aforista


La patria es todos los paseos que puedas dar a pie alrededor de tu pueblo.



Mi pueblo es el centro del mundo, porque el centro del mundo está en todas partes.



Junto a una mujer, inmediatamente siento ese placer un poco melancólico que se tiene en los puentes al mirar fluir el agua.



A la primera sonrisa de cualquier mujer, estaría perdido. Por suerte, soy feo. Se asustan un poco, y ninguna me escribe.




La palabra más verdadera, la más exacta, la más llena de sentido es la palabra "nada".




Solo hago vida social cuando tengo ganas de aburrirme.




Un padre, aunque apenas lo veas, aunque apenas pienses en él, sigue siendo alguien por encima de ti; y es dulce sentir que alguien está por encima, que si es necesario puede protegernos, que es superior a nosotros por edad, sensatez, responsabilidad.




Declaro que siento una atracción súbita y apasionada por las barricadas. Declaro que la palabra Justicia es la más bella del lenguaje humano, y que si los hombres ya no la entienden, es para echarse a llorar




Entérate de que no habrás progresado realmente hasta que hayas perdido el deseo de demostrar que tienes talento.




Uno siempre se equivoca sobre sus contemporáneos. Así que no los leamos.




Para el ojo lúcido, la modestia no es más que una forma, más visible, de la vanidad.




Estilo puro, como el agua es clara, a fuerza de trabajo, a fuerza de rozarse, por así decirlo, con las piedras




El que más nos quiere y nos admira es también el que menos nos conoce.




Los objetos de recuerdo, y hasta las fotografías, ¿para qué? Es dulce que las cosas también mueran, como los hombres.




Habría que escribir un libro para que los jóvenes reflexivos lo leyesen de en vez en cuando, y no el libro que hace pasar un par de horas deliciosas.




 aforistas.com



Aforistas españoles vivos

Como un suculento y nutricio menú degustación ha sido mi lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma.



De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.



Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente editada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.


Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche

Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.



Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.



La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.


La cruel certeza de Pérez Antolín

El aforismo goza de plena salud. Como género literario, ofrece una fórmula reflexiva, provocadora, asertiva que, pese a los interrogantes que es susceptible de abrir, da seguridad, pues proporciona una racionalidad que persigue poner en orden el mundo. Y el nuevo libro de Mario Pérez Antolín, La más cruel de las certezas, es un buen ejemplo de la actualidad del aforismo y de su eficacia como medio de expresar una racionalidad frente al desorden.



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