La sensibilidad moral de Dionisia García


José Luis Morante.- Desde que firmara su primera incursión en la poesía El vaho de los espejos en 1976, Dionisia García (Fuente-Álamo, Albacete, 1929) ha prodigado un incansable quehacer literario que aglutina poesía, relatos, aforismos e incluso una autobiografía novelada.

El caracol dorado es una colección de aforismos que dibuja una sensibilidad moral; buena parte de los textos incide en la reflexión sobre las enseñanzas de lo cotidiano. Si es cierto que “abarcar el cromatismo de la vida es imposible”, el sujeto en tránsito mantiene un estado de búsqueda, ahonda en los matices, persiste en la tarea de observar las mutaciones y los pequeños gestos del entorno. De este modo de pensar y sentir surge el impulso de una escritura indagatoria que hace balance y postula enunciados aplicables a la experiencia. El libro prosigue el recorrido abierto en 1984 por Ideario de otoño, que halló continuidad, una década después, con Las voces detenidas. Debe su título a una impresión visual descrita, con prosa lírica, en la nota liminar: “Entre las hojas trepadoras, ví un caracol en movimiento. El rocío y el primer resplandor de la hora confluían en la concha del molusco, dando lugar a irisaciones que se tornaron doradas y atraparon mi curiosidad, atenta al meloso cuerpo, a su lentitud con la carga entre la yerba”.

En apariencia encontramos una doble disposición, como si los textos se aglutinaran en dos casilleros (vida y literatura) aunque entre los dos existen frecuentes interferencias. El primer grupo aforístico se acoge bajo la etiqueta de “Confidencias”, un sustantivo cuya semántica confirma la disposición de las palabras para entablar con el destinatario un diálogo a media voz, con voluntad de permanencia en la memoria. Pero el intimismo se preserva y el pudor de la piel se mantiene velado; se habla de la conciencia de ser, no de los trabajos y días de un yo personal.

El segundo apartado se denomina “Artificios”; la voz parece difuminar el tono confesional y deja campo abierto a meditaciones sobre el arte en cuanto técnica, habilidad u oficio; en suma, se rastrean las virutas del taller literario para disentir del arte como regalo de los dioses y para reafirmar la consideración de la tarea del escritor como un largo camino de probaturas, errores y aciertos. La anotación sociológica o el rasgo cultural también encuentran sitio para mostrarnos la inquietud del otro.

En su discurso sobrio, el aforismo se convierte en línea medular del pensamiento; sustituye la perífrasis por la sugerencia, al hilo de aquella aseveración de E. Jünger que afirmaba que los detalles estropean las cosas. Máximas y opiniones estiman cualidades y dejan a descubierto el fluir de la vida. Huellas y pasos, esfuerzos sin fisuras que buscan la verdad y la belleza.


D. García, El caracol dorado. Renacimiento, Sevilla, 2011.

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(A continuación, reproducimos una breve selección de aforismos contenidos en este libro).


Tener conciencia de nuestra ignorancia es un buen comienzo y fin.


Para el humano siempre atardece.


El exilio comienza cuando ya no somos nosotros.


¿Somos los mismo en el destierro de los sueños?


Para ahondar hay que prescindir del fondo.


Las palabras no tienen que incendiarse, sí arder a fuego lento.


A veces, al encender la luz se apagan otros resplandores.


Encendamos la vida, otros se encargarán de apagarla.


Surge la poesía del silencio y el poeta la cobija como puede.


Conquistar el mundo no es poseerlo, sino saber estar en él.



 aforistas.com



Aforistas españoles vivos

Como un suculento y nutricio menú degustación ha sido mi lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma.



De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.



Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente editada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.


Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche

Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.



Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.



La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.



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