Chamfort: el valor de no aprender


Sébastien-Roch Nicolas, conocido como Chamfort, nació en la localidad francesa de Clermont-Ferrand en 1741 y falleció en París en 1794. Moralista francés, lúcido y escéptico, firmó sus escritos con el pseudónimo de Nicolas de Chamfort.

De padre desconocido, fue becado en el colegio de los Grassins (París), y destacó como buen estudiante durante su paso por la Universidad. Para darse a conocer como escritor adoptó el nombre de Chamfort, sustituyéndolo por el simple nombre de Nicolás que había llevado hasta entonces. Fue conocido muy pronto al ganar unos premios de poesía otorgados por la Academia Francesa. Estrenó en la Comédie Française algunas obras que tuvieron éxito y decidió experimentar en diversos campos literarios. El príncipe de Condé, atraído por su reputación, le nombró su secretario para que redactara sus discursos y órdenes. En 1789 fue lector de Madame Elisabeth, hermana del rey. Antes de la Revolución francesa fue uno de los escritores más apreciados en los salones parisinos; brillante y espiritual, escribió varias piezas de teatro e ingresó en la Academia Francesa en 1781.

Cuando estalló la Revolución francesa, celebró su advenimiento aunque condenó sus excesos, y en 1790 fue nombrado secretario del club de los Jacobinos. Amigo del orador Honoré Gabriel, le escribió sus discursos e informes, y colaboró en la redacción de diversos periódicos, en particular del Mercure. En 1792, Jean-Marie Roland, le nombró director de la Biblioteca Nacional. El Comité de Seguridad General le denunció por su oposición al Terror, que había criticado, siendo encarcelado por ello. Intentó suicidarse y se salvó gracias a una intervención quirúrgica. Se recuperó pronto, pero al cabo de algunas semanas murió a causa de las heridas que él mismo se había producido.

La obra de Chamfort más célebre, y la única leída en nuestros días, fue publicada en 1795 por su amigo Pierre Louis Guinguené, con el título original de Máximes, caractères et anecdotes, a partir de las notas manuscritas que Sébastien había dejado agrupadas en dos secciones, Maximes et Pensées y Caractères et Anecdotes, las cuales tenía pensadas publicar en un volumen titulado Produits de la civilisation perfectionnée (Productos de la civilización perfeccionada).

El Aforista publica una brevísima selección de las máximas y pensamientos de Chamfort, como invitación a profundizar en el conocimiento de uno de los moralistas más agudos y profundos en su género.



El amor, tal como existe en la sociedad, no es más que el intercambio de dos fantasías y el contacto de dos epidermis.


En las grandes cosas los hombres se muestran tal y como les conviene mostrarse. En las pequeñas, tal y como son.


Existen tres clases de amigos: los amigos que nos aman, los amigos que se burlan de nosotros y los amigos que nos odian.


Todos los días aumento la lista de las cosas de las nunca hablo. El mayor filósofo sería aquel cuya lista es más larga.


Hay que escoger entre amar a las mujeres o conocerlas: no hay término medio.


La amistad más profunda y exquisita se siente a menudo herida por el pliegue de un pétalo de rosa.


Hay gente tan triste que se diría que está al cabo de la calle.


La falsa modestia es la más decente de todas las mentiras.


La sociedad se compone de dos grandes clases: los que tienen más comida que hambre, y los que tienen más hambre que comida.


Es más fácil legalizar ciertas cosas que legitimarlas.


Lo que aprendí, ya lo olvidé; lo que todavía sé, lo he adivinado.


Cuanto más se enjuicia, menos se ama


No se puede, a la vez, ser y haber sido.


Pasa con la felicidad como con los relojes, que los menos complicados son los que menos se estropean.


Si se debe amar al prójimo como a uno mismo, es por lo menos tan justo amarse a sí mismo como al prójimo.


Sólo se sabe bien lo que no se ha aprendido.


La mujer es como la sombra: si la rehuyes, te persigue; si la persigues, te rehuye.


Vano quiere decir vacío: de modo que la vanidad es tan poca cosa, que apenas puede decirse de ella cosa peor que su nombre.


 aforistas.com


Aforistas españoles vivos

Como un suculento y nutricio menú degustación ha sido mi lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma.


Los Cuadernos de Lichtenberg

De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.


Aforismos de Óscar Wilde

Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente editada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.


Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche

Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.


Reflexiones del señor X., de Enzensberger

Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.


La ventana invertida, de Miguel Catalán

La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.



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