Tendiendo puentes: Aforistas mexicanos actuales


Juan Manuel Uría.- La tarea antológica supone un doble movimiento dialéctico de análisis y síntesis, quizá, y en lenguaje hegeliano, para plantear algo superior o que trascienda a los dos polos, algo que en la unión pueda darnos lo que por separado no tienen los factores implicados; así, aquí, en Aforistas mexicanos actuales, tenemos por un lado esa separación de los elementos, esa diferenciación de las partes, esas voces independientes que las aúna el antologador en un espacio común, que es el libro, y en un concepto o un género que las sintetiza: el aforismo.

Hiram Barrios, aforista, investigador y divulgador del género (todavía reverbera en mí su magna obra Lapidario. Antología del aforismo mexicano, 1869-2014), junta esas voces para darnos una imagen, un panorama (siempre variable) del aforismo actual en México, de la riqueza también aforística de un país siempre vivo culturalmente, con una raíz inquieta y una identidad compleja y plural que lo hace estar como en tensión, en guardia, con una fuerza telúrica (quien haya pisado tierra mexicana lo sabe) que busca salir, emerger, expresarse (a veces geológica y radicalmente en forma de sismo). Cuando lo ha hecho, cuando esa energía desbordante se ha expresado a través del arte (que es lo que aquí nos ocupa), se ha manifestado con ejemplos sin parangón; ya sea en pintura (vayan a ver los murales de José Clemente Orozco en el “Hospicio Cabañas” de Guadalajara), en escultura (conozcan las figuras sufrientes y expresionistas del michoacano Javier Marín), y, claro está, en literatura. Sólo nombraré en este ítem, ya que de síntesis estamos hablando, a un autor que, en una de las obras más importantes de la literatura universal, supo aunar literatura y poesía, dándonos un género mayor, un género sin género (y por demás fragmentario) que trasciende a ambas: Pedro Páramo de Juan Rulfo, obra culmen y ejemplo de la transición del género totalizador al singénero fragmentario o híbrido. Fenómeno este, el del auge de la literatura fragmentaria y mestiza, que se da tanto en México como en España, donde el aforismo, el haiku u otras formas breves (pero intensas, eléctricamente cargadas) de expresión están tomando la centralidad del discurso creativo de muchos autores.

¿Por qué sucede, de dónde este renacimiento del fragmento? No es mi trabajo responderlo aquí, solo constatarlo y, por qué no, celebrarlo. Quizá ya hemos asistido al fin de los esfuerzos totalizadores, al de las filosofías sistemáticas que lo querían englobar todo. ¿No vivimos, no pensamos acaso fragmentariamente? Cada cual retuerza su cacumen, que para eso tiene su propias meninges, y saque conclusiones. Sea como sea, vivimos un momento en la literatura mexicana y en la española donde lo fragmentario, el texto breve y mestizo, están siendo modos de expresión no ya tangenciales sino centrales (como decía en el párrafo anterior) en la escritura y poéticas de muchos creadores.

Pero todo movimiento ha de tener una dirección y un sentido; hay que distinguir entre la música y el ruido, entresacar de lo bueno lo mejor y, en fin, tratar de poner un poco de orden. También “dar luz”, teorizar, explicar, responder a la pregunta que antes yo planteaba y que investigadores como Hiram Barrios están dedicándose a responder. Para poner orden también las antologías, instantánea del momento; y, por supuesto, para poner orden, imprescindibles los editores como José Luis Trullo, también aforista, y que, con Libros al Albur, se ha convertido, paso a paso, con la paciencia y el buen hacer de un orfebre, en uno de los principales divulgadores y editores del aforismo en España (creando, además, la Jornada Nacional de Aforistas, cuya primera edición se desarrolló en Sevilla este mismo año, algo inédito no solo en nuestro país, sino en el mundo universo, hasta donde yo sé).

En Aforistas mexicanos actuales se unen ambos, antólogo y editor, en una nueva síntesis que trasciende fronteras (igual que se trascienden géneros) a través del puente unificador del idioma, esa identidad común entre los dos países; un puente que ya es permanente y que actúa como vaso comunicante para que las diferentes voces aforísticas puedan escucharse a ambos lados del Atlántico.

Crear puentes es, en última instancia, un acto de amor; editar, publicar a la manera que lo hace Trullo, es un acto, no me cabe duda, de generosidad y de amor; investigar, darse el trabajo de recolectar las voces dispersas del aforismo y juntarlas en un libro a la manera en que lo hace Hiram Barrios, esta tarea ardua de investigación, es un regalo preñado de amor. Generosidad y amor. Yo lo hallé en México (concretamente el amor, digo; la generosidad por descontado), paseando por el lago Camécuaro (en purépecha: “lugar de la amargura oculta”), y este amor hace que mi unión con México, con esta tierra hermosa, sea perenne y que (si acaso alguna duda me quedaba) constate que mi patria es el mundo.

Agradezcamos por ello, siempre, festejemos y sigamos el ejemplo, la actitud de los constructores de puentes como Hiram Barrios y José Luis Trullo. Transitemos ahora, porque a nosotros toca, esos puentes, ese puente titulado Aforistas mexicanos actuales. Antología consultada. Conozcamos otro país, otras voces, otro pulso. Sepamos que lo que nos une es más que lo que nos separa.

Mientras escribo esto pienso en mi hija Luna, ejemplo perfecto y práctico del amor trascendido, de la unión de dos raíces en una única raíz que crece en el aire, sin frontera. Como sin frontera crece el aforismo. Como sin frontera (¡sin muros!) crece el pensamiento libre que mueve al hombre libre.

Ella me da el tono, mi hija. Yo sólo muevo el pie y aprendo a bailar, torpemente, a su ritmo.


Hiram Barrios (ed.), Aforistas mexicanos actuales. Antología consultada. Libros al Albur, Sevilla, 2019.







Aforistas españoles vivos

Como un suculento y nutricio menú degustación ha sido mi lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma.



De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.



Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente editada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.


Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche

Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.



Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.



La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.



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