Aforismo y pensamiento: una aproximación


José Luis Trullo.- “No se piensa más que en aforismos”, escribió Miguel de Unamuno, en un arranque de imprudente generosidad. También Manuel Neila destacaba esa fertilidad aforística del pensamiento, o quizás sea el aforismo el que rebosa de ideas fecundas, tras su esquelética aparencia. No puede negarse que la filosofía es pródiga en sentencias recias, fáciles de recordar y a las que recurrimos cuando falla el suelo bajo nuestros pies: “Sólo sé que no sé nada”… “Pienso, luego existo”… “Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado”… No faltará quien aduzca que no se trata exactamente de aforismos, pues sólo alcanzamos a comprender el sentido de dichas frases en un contexto interpretativo que las ilumina, con lo cual carecerían de la necesaria autonomía, inherente al género aforístico. Aun así, vale la pena retener esta función auxiliadora del aforismo para con el discurrir filosófico, si queremos avanzar en el tema que nos ocupa.

Porque, veamos: ¿qué significa pensar? Ciertamente, un ponerse en marcha, un “discurrir” más o menos a tientas, tratando de disipar las dudas que nos atemorizan dando palos de ciego hasta que logramos, aunque no siempre, configurar un espacio de claridad y distinción, dotado de perfiles precisos y propicio para ser utilizado, a posteriori, como campamento base desde el cual asaltar las más altas cimas de la incertidumbre. Así fue, al menos, durante la Modernidad filosófica, cuando René Descartes alumbró un concepto del pensamiento en el cual el sujeto (o res cogitans) se encara con un objeto (o res extensa) al cual aspiraba a domeñar, para a continuación utilizarlo para sus propios fines de poder y dominación.

Todo esto ha cambiado desde que la Modernidad adusta, apolínea y autocomplacida ha descubierto –de la mano de los filósofos de la sospecha– sus propias limitaciones, cuando no la carcoma que le devora las extremidades, por ahora, inferiores. Ya no nos es posible, en cuanto pensadores, aceptar la aspiración enciclopédica de abarcar con el pensamiento la totalidad de lo existente: como mucho, nos conformamos con captar algunos destellos, atisbos, relámpagos, con los cuales articular algo parecido a un prontuario de emergencia personal. La mera idea de que nuestra razón pueda captar algo más que su vano reflejo en el éter empieza, incluso, a resultarnos risible. No podemos ocultar que los descubrimientos de la física teórica, con sus sabias advertencias acerca del carácter más o menos “relativo” de nuestras percepciones, han dinamitado el sólido edificio ilustrado. Pero creo que se trata de una experiencia más personal que meramente intelectual: sabemos que pisamos un suelo movedizo, que a duras penas puede soportar el peso de nuestro cuerpo, ¡menos aún el de nuestras quimeras! El aforismo, en este contexto, se brinda como amigable compañero de fatigas, casi como atento lazarillo para seguir caminando sin arrojarnos en brazos de la desesperación.

El aforismo, que antaño sintetizaba las grandes verdades en un formato lapidario y contundente, se aviene en el siglo XXI a entremezclarse con la nota lírica, con la divagación, con el apunte irónico. Ya no admite el tono campanudo de otras épocas más soberbias (o más ingenuas). Sabemos demasiado como para seguir haciéndonos trampas al solitario. Quisimos ser como dioses, y nos hemos descubierto aprendices de bufón. A duras penas podemos tomarnos a nosotros mismos en serio. Ahora, pensar se limita a registrar nuestra propia impotencia, bajo el aspecto de verdades raudas, provisionales. ¿Fracaso? Yo no diría tanto. En verdad, ha sido nuestra propia naturaleza inquisidora la que nos ha mostrado la auténtica faz de nuestros anhelos: al final del camino volvemos a estar como al principio, vulnerables y temblorosos, sosteniendo una cerilla en medio de la noche, palpando sombras. Sólo sabemos que nunca sabremos.

El aforismo, pues, sería la forma eminente que adoptaría el pensamiento en su estado final, cuando ya no es posible seguir creyendo en la omnipotencia de la razón humana. Más que una derrota, constataría una victoria, paradójica eso sí: la del pensamiento honesto sobre sus propias ilusiones plenipotenciarias. En este sentido, el aforismo lindaría con el silencio, al cual estaría tentado de abandonarse en cualquier momento. Sin embargo, y a pesar de que conocemos que no es posible desvelar la entraña última de lo real, no somos capaces de dejar de pensar escribiendo, y de escribir pensando. El aforismo sería esa lucecita diminuta que, en la inmensidad callada, parece musitarnos, mientras parpadea: “no te detengas: sigue adelante…”. Y en ello estamos.






Enciclopedia de libros españoles de aforismos

Inauguramos nueva sección, en la que vamos a empezar a recopilar los mejores aforismos de los libros escritos por autores nacidos o residentes en España, y publicados en nuestro país a partir del año 2010 en adelante. Lo hacemos para reunir en un único espacio virtual la más ingente cantidad de información posible sobre este tema, a modo de "enciclopedia" para su consulta por parte de cualquier interesado o estudioso en el futuro. Las primera obras que incorporamos son los libros de Carlos Marzal, Ana Pérez Cañamares, Manuel Neila, Victoria León, José Luis Morante, Ander Mayora, Jordi Doce, Dionisia García, Fernando Menéndez, Erika Martínez, Felix Trull, José Antonio Santano, Emilio López Medina, Carmen Canet, José Ángel Cilleruelo, Pedro Roso, Antonio Rivero Taravillo, Miguel Ángel Arcas, Gabriel Insausti y Mario Pérez Antolín, entre otros.


Los aforistas que se ocupan de Dios

Una somera lectura de los libros publicados en España en los últimos años, y ciñéndonos exclusivamente al siglo XXI, nos permite afirmar, de manera taxativa, que los aforistas españoles vivos, contra la impresión apresurada, sí se ocupan de Dios. A propósito de la publicación de la antología Las cosas que no son. Los aforistas y Dios por parte de Libros al Albur, reunimos un puñado de aforismos sobre Dios escritos por Juan Kruz, José Luis García Martín, Gregorio Luri o Jesús Cotta, entre muchos otros.


De poetas a aforistas

Iniciamos en El Aforista una ronda de entrevistas con poetas que, en un momento dado, empezaron a cultivar el género más breve, hasta incorporarlo a su quehacer cotidiano. Contribuyen Ana Pérez Cañamares, León Molina, José Luis Morante, Raquel Vázquez, Karlos Linazasoro y Erika Martínez, entre otros.


Cioran: la pausa del espíritu

Émil Cioran fue uno de los escritores más personalmente antihumanistas del s. XX. Nacido en Rumanía, hijo -como Nietzsche- de un pastor, recaló en París hasta su muerte, renegando de todos los rebaños. Sus libros, justamente célebres por su pesimista visión de la existencia, poseen una bella melancolía que los salva de la insulsa salmodia quejica. En ellos, además, encontramos muchos de los aforismos más redondos de la filosofía reciente; herederos, en parte, de los del Schopenhauer de Parerga y Paralipomena, así como de los textos breves de Lichtenberg y Kierkegaard, abordan de manera acerada y cruel algunos de los temas lacerantes de nuestra condición humana: la plenitud imposible, la muerte, el fracaso, la historia y sus pesos, la poesía y sus contrapesos...  En El Aforista nos hacemos eco de algunos de los reunidos en El ocaso del pensamiento (1940), uno de sus títulos formalmente más equilibrados y austeros, si es que se pueden usar dichos epítetos en un autor tan decididamente desmesurado.


Los aforistas y la paternidad

¿Qué queda de la paternidad en el siglo XXI? ¿Hay todavía hombres que la vivan como un hecho gozoso y crucial de sus existencias, incluso como una suerte de “bautismo” personal? Con el objetivo de aportar alguna luz a este asunto, capital en la vida de todo hombre, Libros al Albur ha invitado a varios aforistas a aportar sus textos donde dejan constancia de su experiencia personal al respecto, lo cual ha dado como fruto Fili Mei. Los aforistas y Dios, una antología que verá la luz en breve. Publicamos un breve adelanto en exclusiva.


Pessoa: aprender a no ser nadie

La obra y la personalidad de Fernando Pessoa han sido sobradamente estudiadas, analizadas e incluso desmenuzadas desde que, en 1982, se diera a conocer uno de los títulos mayúsculos del siglo XX, su proteico y deforme Libro del desasosiego. La pluralidad y heterogeneidad del autor eran, no sólo conocidas, sino fomentadas por él mismo, así que sería ocioso abundar de nuevo en ello. Aun así, tal vez se haya incidido excesivamente en su gusto por los heterónimos desde la perspectiva de la multiplicación de la identidad personal, orillando el hecho de que, detrás de ella, late un proyecto de destrucción de la misma, una verdadera tarea de conquista del anonimato esencial del ser humano.


Gil-Albert: el placer de discurrir

Un arte de vivir es un volumen misceláneo, compuesto por anotaciones dispersas entre las cuales los aforismos tienen un papel destacado, donde Juan Gil-Albert (Alcoi, 1904-Valencia, 1994) "escribe, como si se tratara de un dietario personal", en palabras de Claudia Simón, aquellas reflexiones en bruto que luego darían pie, o no, a algunos de sus poemas, ensayos o artículos de prensa. Ese carácter primario, un tanto visceral, nos permite acceder a la intimidad del escritor desde una perspectiva nueva, la cual ya habíamos avizorado en su Breviarium vitae. Son sus disquisiciones, aun inspiradas en la España de su época, de total actualidad, plenamente vigentes, lo cual nos informa, para nuestro espanto, de lo poco que cambian algunas naciones por mucho que muden sus estructuras políticas, y para nuestro consuelo, de lo mucho que perviven los buenos textos cuando apuntan a lo esencial.


Hiram Barrios: "El aforismo es una suerte de épica posmoderna"

El Aforista entrevista a Hiram Barrios, a propósito del boom aforístico que está experimentando España en los últimos años. Barrios (nacido en 1983) es escritor, traductor y catedrático. Estudió Letras en la UNAM y es especialista en Literatura Mexicana por la UAM. Ha publicado cuentos, poemas, ensayos y traducciones para distintas revistas, periódicos y suplementos culturales de circulación nacional. Textos suyos han aparecido en revistas de Colombia, Venezuela, Argentina y España. Es autor de los libros El monstruo y otras mariposas (ensayo, 2013) y Apócrifo (aforismo, 2014). Como experto estudioso del aforismo, también es responsable de la antología de autores mexicanos titulada Lapidario (2015). Es profesor de arte y literatura en el Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México.


Los sofismas de Vicente Núñez

Vicente Núñez (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1926 - 2002) empezó a publicar sus peculiares 'sofismas' en octubre de 1987, y siguió haciéndolo prácticamente hasta su muerte en las páginas de los periódicos Córdoba y El Correo de Andalucía. Según indica Miguel Casado, "se trata de tiradas breves, que recogen en cada caso ocho o diez frases, sin una especial ordenación ni alguna clase de afinidad temática". Estos sofismas se recogieron en volumen en varias ocasiones: Sofisma (1994), Entimema (1997) o Sorites (2000). El propio Casado publicó la antología Nuevos sofismas (Germania, Alzira, 2001), en la cual agrupaba los aforismos por temas, a modo de diccionario extravagante; con ello muchas de las anotaciones se iluminaban entre sí, logrando una apariencia sistemática que tal vez no había buscado conscientemente el autor (lo cual no significa que no existiera). En El Aforista compartimos algunos de los aforismos de este libro que más nos han llamado la atención.


Karl Kraus: el artista es el Otro

En palabras del filósofo y aforista Miguel Catalán, "de la síntesis entre lo ético estético procede la importancia del aforismo que, a partir de 1905, irá dominando toda la escritura del austríaco Karl Kraus (28 de abril de 1874 - 12 de junio de 1936), pero que constituye también la forma secreta de toda su escritura. Canetti lo expresa indicando que en sus libros y discursos nunca existió un principio organizador dominante, sino que las frases aisladas (inatacables, perfectas) iban ensamblando, el modo de sillares, una Muralla China igualmente eficaz en todas sus partes. Quintaesencia de su estilo y de un ideario personal que intentaba unificar fondo y forma, el aforismo de Kraus presenta una densidad excepcional y unas aristas cortantes, cualidades que tanto influirían en el estilo de escritura de Ludwig Wittgenstein, Elias Canetti, Thomas Bernhard o Peter Handke". El Aforista publica una breve selección de los aforismos de Karl Kraus, extraídos de La tarea del artista (Casimiro, Madrid, 2011), con la pertinente autorización de su traductor y antólogo, el propio Catalán, a quien agradecemos su generosidad.


María Zambrano: la entraña del cielo

En el libro titulado Dictados y sentencias (Edhasa, Barcelona, 1999), Antoni Marí realizó una selección de frases entresacadas de las obras de María Zambrano, tal vez la autora más densa, honda y audaz del pensamiento español de todos los tiempos. La exigencia de claridad que la propia Zambrano planteaba como horizonte moral y conceptual de la filosofía se traduce en un estilo con sobreabundancia de expresiones rotundas, apodícticas, válidas por sí mismas aunque deudoras de una cosmovisión que las ilumina y dignifica. Es por ello que la operación desnaturalizadora de Marí, y en general de todas las antologías que destilan aforismos a partir de textos de otra naturaleza, encuentra en este caso una plena justificación, tanto filosófica como poética.