Felix Trull: "El aforismo te impone una disciplina alegre"


Florencio Luque, poeta y aforista, autor de El gato y la madeja, conversa con Felix Trull a raíz de la reciente publicación de La lección de Pulgarcito (Karima Editora, 2019), libro presentado en Sevilla el pasado mes de abril. La foto que ilustra esta conversación se tomó durante el acto.

F.L. Hace apenas un mes, José Mateos, en su conferencia en la Semana del Aforismo, establecía una distinción entre dos tipos de aforismos: los que son punto de llegada y los que son punto de partida. Ambos tendrían como fundamento distintas concepciones del mundo; es decir, vendrían a desvelar la mirada del sujeto sobre la realidad. Me gustaría conocer cuál es tu opinión al respecto y dónde te ubicas, como un modo de orientar al posible lector de La lección de Pulgarcito. ¿Cuál es la cosmovisión de La lección de Pulgarcito?

F.T. No creo tener algo así como una cosmovisión, sino más bien vistazos o parpadeos capilares, por eso escribo aforismos y no tratados sistemáticos. En cuanto a la alusión a la distinción de Mateos, es a lo que tiende el aforista moderno: a abrir el sentido, no a clausurarlo. No es casual que Mateos sea poeta. Yo que que los poetas están llamados a fecundar el aforismo con su lenguaje preñado de imágenes, ritmos y musicalidades. Ramón Eder tiene un aforismo parecido, que me parece que es aún más gráfico: “El buen aforismo empieza cuando acaba”. Si no queda resonando, si no te deja en suspenso, sino que te consuela y apacigua, no deja de ser una máxima clásica, o un refrán de uso privado.

F.L. En el prólogo de Ander Mayora, para La lección de Pulgarcito, señala que hay en estos aforismos una cierta ética del apartamiento, de volverse invisible o diminuto, de recelo ante las ideologías que se apropian de la voluntad de los hombres y ofuscan su discurrir vital. Creo que la observación es correcta y, pese a ello, ¿no crees que el apartamiento, el aislamiento no tiene también sus peligros? ¿Existe contradicción entre este planteamiento y el hecho de publicar?

F.T. En el hecho de publicar no hay contradicción, pues uno ha escrito lo que ha escrito apartado. Sí que la hay en presentarlo en un acto público. Lo asumo. Pero es la primera vez que lo hago. De hecho, mis dos anteriores libros no fueron presentados públicamente. Se limitaron a aparecer. La diferencia es que, en este caso, me he comprometido a ello por contrato. En cuanto a los peligros del apartamiento, siempre recuerdo el aforismo de Elias Canetti: “Escóndete, o no te enterarás de nada”. No se puede nadar y guardar la ropa, o estar en misa y repicando. La comprensión sólo se alcanza desde fuera, y el aforista aspira a comprender. Por eso tiene que retirarse, aunque eso no implica automarginarse. O sí, en cierto modo sí, pero alegremente, sin rencores.

F.L. El libro no cuenta con capítulos, secciones o apartados, ¿Qué lugar ocupa, entre tus preocupaciones metodológicas al abordar la escritura aforística, la estructura de un libro de aforismos? ¿Consideras que debe ser una especie de miscelánea? ¿Algo estructurado en torno a a algunos ejes/guías?

F.T. Me gustan los libros misceláneos… dentro de un orden. Quiero decir que, tras su aparente variedad, se produzca una sucesión de temas y tonos más o menos armónico. En este sentido, sí que he tratado, más que de organizar, al menos de “componer” un libro que fluya sin sobresaltos excesivos. De todos modos, hay que tener en cuenta que, al menos por lo que ellos mismos suelen confesar, los lectores de libros de aforismos no los leen de una sola sentada, con lo cual los intentos de composición del autor pueden quedar fácilmente orillados.

F.L. Qué lugar ocupa la ironía, la parodia, el sarcasmo en tus aforismos? ¿Qué intención pones al usarlo? 

F.T. No es intencional, es espontáneo. Imagino que es el último recurso que me queda para no caer en la amargura. Siempre he sido bastante contestario. De niño, mi madre solía acusarme de encarnar “el espíritu de la contradicción”. Llevar la contraria es casi un instinto para mí. Con el tiempo, lo he ido moderando, y ya he aprendido a adscribirse al mainstream, si me demuestra que está en lo cierto. Lo cual, es verdad, no suele ocurrir muy a menudo.

F.L. "La diferencia entre un refrán y un buen aforismo es que este último te deja en la duda. A veces, para siempre". Este aforismo del libro es casi una declaración programática de lo que ha de ser un aforismo. ¿podrías desarrollar esta idea? ¿Cuáles serían las características de un buen aforismo?

F.T. Volvería a incidir en la idea inicial de Mateos y Eder. El aforismo del siglo XXI no puede ser una pedrada en el ojo del lector, incluso cuando da en la diana. El buen aforismo es erótico, no pornográfico. No puede mostrarte la realidad en crudo, sino a medio cocer. En cierta ocasión he utilizado la imagen futbolística del extremo que centra a gol: el aforista sería el encargado de poner en bandeja el balón para que el lector cabecee donde buenamente quiera o pueda. Sin la libertad para interpretarlo, el aforismo puede incluso mover a risa. Ningún lector de literatura está dispuesto a acoger las frases ajenas como un eslogan ante el cual prosternarse. Eso queda ya para la política y la publicidad.

F.L. El aforismo es pensamiento afuerista, de los márgenes, de los flecos del sistema, no pretende entregarnos una verdad, sino disponernos a la duda, a ubicarnos en el camino con una mirada limpia. Sería el iconoclasta de los sistemas y, contrariando una de las leyes básicas de la Gestald, diría que el fragmento es más que la totalidad. En esto se hermana con la poesía. ¿Estás de acuerdo? 

F.T. Depende del aforismo, y depende de la poesía. Pero apelo a mi reflexión anterior. En la búsqueda lingüística del poeta, en su afán de abrir sendas y escapar de las autopistas del consenso, el aforista tiene un buen modelo en el cual inspirarse. De hecho, en el pasado yo he escrito muchísima poesía, pero cada día lo hago menos. He aprendido a contenerme tanto, que ya sólo me consuelo con aforismos…

F.L. Para mí son evidentes las conexiones entre el aforismo y, al menos, determinada poesía (Machado con sus proverbios y cantares, Hugo Mujica, haiku, epigramas, economía de lenguaje, etc.). Incluso, algunos de tus aforismos están teñidos del aliento del lirismo: "He perdido la chispa. Al fin soy todo brasa"; "Filosofía de hongo: soy del tamaño del árbol que me cobija"; "La lección de los desiertos es la de que el único espejismo eres tú". ¿Cómo ves, si es que estás de acuerdo, estas relaciones?

F.T. Totalmente. Sueño con un libro de aforismos en el que no haya ninguno que no te deje con la intriga, en ese estado de suspensión, de dulce perplejidad en la cual no sabes a qué carta quedarte. De hecho, en Metas volantes escribí algo así como que no doy por bueno un aforismo hasta que no le encuentro varios significados posibles, y a menudo contradictorios entre sí. No es del todo cierto, claro, pero si mi utopía personal.

F.L. Desde la Revolución científica, allá por el XVI, Occidente apostó decididamente por la ciencia, especialmente por la ciencia aplicada, la tecnología. Noto, no sé si acertadamente, en La lección de Pulgarcito, una cierta preocupación por esta deriva; así, por ejemplo, dices: La convicción racional es un triste sucedáneo de la fe. ¿En qué sentido es un sucedáneo? ¿No hay más peligro en la convicción de cualquier fe?

F.T. Primero tendríamos que precisar qué entendemos por “fe”. Desde luego, yo no la interpreto como esa convicción que solemos asociar a los argumentos irrebatibles. De hecho, la fe, mi fe, no puede ser rebatida, porque no necesita ser demostrada, ni explicada. Es un estado del espíritu, una “instalación”, como diría Julián Marías. Pero sí, desde luego, no sólo estoy preocupado por la deriva científico-técnica de nuestra cultura, sino que la rechazo de plano. En este tema, a menudo bromeo en mis aforismos con mi desubicación histórica. En muchos sentidos, me siento un hombre del Renacimiento. O sea, anterior a la Modernidad, la Ilustración y la Revolución Industrial.

F.L. José Luis Morante señala que la escritura aforística es un estar en los extremos buscando el centro. ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué? 

F.T. Es una opción entre otras. En mi caso, más bien me siento ubicado en un centro ilusorio que busca denodadamente los límites, los cuales retroceden, retroceden siempre. Un desplazamiento perpetuo. Una diáspora.

F.L. Carmen Canet señala que el aforismo, originalmente, se refiere a las prácticas médicas (Hipócrates, Galeno, etc.); así, por ejemplo: "El otoño es malo para los tísicos". ¿Cuáles serían, desde tu punto de vista, los antecedentes del aforismo moderno?

F.T. El cuaderno. En el diario privado es donde el aforismo ha aprendido a volar por sí mismo como género autónomo. Desde Pascal en adelante, pasando por Lichtenberg, Joubert, Renard, Valéry, Canetti, Peter Handke, incluso Trapiello o el propio Mateos, el aforismo se ha ido abriendo paso entre multitud de anotaciones, apuntes, atisbos, esbozos… Esa experiencia, que todo escritor ha practicado en mayor o menor medida, te acaba cautivando, por la enorme libertad que te proporciona en un principio. Luego, ya acogido como género adulto, dicha libertad se convierte en una nueva disciplina, pero en una disciplina alegre, como escribió Francisco Ferrero a propósito del juego.





Enciclopedia de libros españoles de aforismos

Inauguramos nueva sección, en la que vamos a empezar a recopilar los mejores aforismos de los libros escritos por autores nacidos o residentes en España, y publicados en nuestro país a partir del año 2010 en adelante. Lo hacemos para reunir en un único espacio virtual la más ingente cantidad de información posible sobre este tema, a modo de "enciclopedia" para su consulta por parte de cualquier interesado o estudioso en el futuro. Las primera obras que incorporamos son los libros de Carlos Marzal, Ana Pérez Cañamares, Manuel Neila, Victoria León, José Luis Morante, Ander Mayora, Jordi Doce, Dionisia García, Fernando Menéndez, Erika Martínez, Felix Trull, José Antonio Santano, Emilio López Medina, Carmen Canet, José Ángel Cilleruelo, Pedro Roso, Antonio Rivero Taravillo, Miguel Ángel Arcas, Gabriel Insausti y Mario Pérez Antolín, entre otros.


Los aforistas que se ocupan de Dios

Una somera lectura de los libros publicados en España en los últimos años, y ciñéndonos exclusivamente al siglo XXI, nos permite afirmar, de manera taxativa, que los aforistas españoles vivos, contra la impresión apresurada, sí se ocupan de Dios. A propósito de la publicación de la antología Las cosas que no son. Los aforistas y Dios por parte de Libros al Albur, reunimos un puñado de aforismos sobre Dios escritos por Juan Kruz, José Luis García Martín, Gregorio Luri o Jesús Cotta, entre muchos otros.


De poetas a aforistas

Iniciamos en El Aforista una ronda de entrevistas con poetas que, en un momento dado, empezaron a cultivar el género más breve, hasta incorporarlo a su quehacer cotidiano. Contribuyen Ana Pérez Cañamares, León Molina, José Luis Morante, Raquel Vázquez, Karlos Linazasoro y Erika Martínez, entre otros.


Cioran: la pausa del espíritu

Émil Cioran fue uno de los escritores más personalmente antihumanistas del s. XX. Nacido en Rumanía, hijo -como Nietzsche- de un pastor, recaló en París hasta su muerte, renegando de todos los rebaños. Sus libros, justamente célebres por su pesimista visión de la existencia, poseen una bella melancolía que los salva de la insulsa salmodia quejica. En ellos, además, encontramos muchos de los aforismos más redondos de la filosofía reciente; herederos, en parte, de los del Schopenhauer de Parerga y Paralipomena, así como de los textos breves de Lichtenberg y Kierkegaard, abordan de manera acerada y cruel algunos de los temas lacerantes de nuestra condición humana: la plenitud imposible, la muerte, el fracaso, la historia y sus pesos, la poesía y sus contrapesos...  En El Aforista nos hacemos eco de algunos de los reunidos en El ocaso del pensamiento (1940), uno de sus títulos formalmente más equilibrados y austeros, si es que se pueden usar dichos epítetos en un autor tan decididamente desmesurado.


Los aforistas y la paternidad

¿Qué queda de la paternidad en el siglo XXI? ¿Hay todavía hombres que la vivan como un hecho gozoso y crucial de sus existencias, incluso como una suerte de “bautismo” personal? Con el objetivo de aportar alguna luz a este asunto, capital en la vida de todo hombre, Libros al Albur ha invitado a varios aforistas a aportar sus textos donde dejan constancia de su experiencia personal al respecto, lo cual ha dado como fruto Fili Mei. Los aforistas y Dios, una antología que verá la luz en breve. Publicamos un breve adelanto en exclusiva.


Pessoa: aprender a no ser nadie

La obra y la personalidad de Fernando Pessoa han sido sobradamente estudiadas, analizadas e incluso desmenuzadas desde que, en 1982, se diera a conocer uno de los títulos mayúsculos del siglo XX, su proteico y deforme Libro del desasosiego. La pluralidad y heterogeneidad del autor eran, no sólo conocidas, sino fomentadas por él mismo, así que sería ocioso abundar de nuevo en ello. Aun así, tal vez se haya incidido excesivamente en su gusto por los heterónimos desde la perspectiva de la multiplicación de la identidad personal, orillando el hecho de que, detrás de ella, late un proyecto de destrucción de la misma, una verdadera tarea de conquista del anonimato esencial del ser humano.


Gil-Albert: el placer de discurrir

Un arte de vivir es un volumen misceláneo, compuesto por anotaciones dispersas entre las cuales los aforismos tienen un papel destacado, donde Juan Gil-Albert (Alcoi, 1904-Valencia, 1994) "escribe, como si se tratara de un dietario personal", en palabras de Claudia Simón, aquellas reflexiones en bruto que luego darían pie, o no, a algunos de sus poemas, ensayos o artículos de prensa. Ese carácter primario, un tanto visceral, nos permite acceder a la intimidad del escritor desde una perspectiva nueva, la cual ya habíamos avizorado en su Breviarium vitae. Son sus disquisiciones, aun inspiradas en la España de su época, de total actualidad, plenamente vigentes, lo cual nos informa, para nuestro espanto, de lo poco que cambian algunas naciones por mucho que muden sus estructuras políticas, y para nuestro consuelo, de lo mucho que perviven los buenos textos cuando apuntan a lo esencial.


Hiram Barrios: "El aforismo es una suerte de épica posmoderna"

El Aforista entrevista a Hiram Barrios, a propósito del boom aforístico que está experimentando España en los últimos años. Barrios (nacido en 1983) es escritor, traductor y catedrático. Estudió Letras en la UNAM y es especialista en Literatura Mexicana por la UAM. Ha publicado cuentos, poemas, ensayos y traducciones para distintas revistas, periódicos y suplementos culturales de circulación nacional. Textos suyos han aparecido en revistas de Colombia, Venezuela, Argentina y España. Es autor de los libros El monstruo y otras mariposas (ensayo, 2013) y Apócrifo (aforismo, 2014). Como experto estudioso del aforismo, también es responsable de la antología de autores mexicanos titulada Lapidario (2015). Es profesor de arte y literatura en el Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México.


Los sofismas de Vicente Núñez

Vicente Núñez (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1926 - 2002) empezó a publicar sus peculiares 'sofismas' en octubre de 1987, y siguió haciéndolo prácticamente hasta su muerte en las páginas de los periódicos Córdoba y El Correo de Andalucía. Según indica Miguel Casado, "se trata de tiradas breves, que recogen en cada caso ocho o diez frases, sin una especial ordenación ni alguna clase de afinidad temática". Estos sofismas se recogieron en volumen en varias ocasiones: Sofisma (1994), Entimema (1997) o Sorites (2000). El propio Casado publicó la antología Nuevos sofismas (Germania, Alzira, 2001), en la cual agrupaba los aforismos por temas, a modo de diccionario extravagante; con ello muchas de las anotaciones se iluminaban entre sí, logrando una apariencia sistemática que tal vez no había buscado conscientemente el autor (lo cual no significa que no existiera). En El Aforista compartimos algunos de los aforismos de este libro que más nos han llamado la atención.


Karl Kraus: el artista es el Otro

En palabras del filósofo y aforista Miguel Catalán, "de la síntesis entre lo ético estético procede la importancia del aforismo que, a partir de 1905, irá dominando toda la escritura del austríaco Karl Kraus (28 de abril de 1874 - 12 de junio de 1936), pero que constituye también la forma secreta de toda su escritura. Canetti lo expresa indicando que en sus libros y discursos nunca existió un principio organizador dominante, sino que las frases aisladas (inatacables, perfectas) iban ensamblando, el modo de sillares, una Muralla China igualmente eficaz en todas sus partes. Quintaesencia de su estilo y de un ideario personal que intentaba unificar fondo y forma, el aforismo de Kraus presenta una densidad excepcional y unas aristas cortantes, cualidades que tanto influirían en el estilo de escritura de Ludwig Wittgenstein, Elias Canetti, Thomas Bernhard o Peter Handke". El Aforista publica una breve selección de los aforismos de Karl Kraus, extraídos de La tarea del artista (Casimiro, Madrid, 2011), con la pertinente autorización de su traductor y antólogo, el propio Catalán, a quien agradecemos su generosidad.


María Zambrano: la entraña del cielo

En el libro titulado Dictados y sentencias (Edhasa, Barcelona, 1999), Antoni Marí realizó una selección de frases entresacadas de las obras de María Zambrano, tal vez la autora más densa, honda y audaz del pensamiento español de todos los tiempos. La exigencia de claridad que la propia Zambrano planteaba como horizonte moral y conceptual de la filosofía se traduce en un estilo con sobreabundancia de expresiones rotundas, apodícticas, válidas por sí mismas aunque deudoras de una cosmovisión que las ilumina y dignifica. Es por ello que la operación desnaturalizadora de Marí, y en general de todas las antologías que destilan aforismos a partir de textos de otra naturaleza, encuentra en este caso una plena justificación, tanto filosófica como poética.