El aforismo ante el espejo


José Luis Trullo.- Escribió  F. Nietzsche en El ocaso de los ídolos que los aforismos “son las formas de la eternidad”. Asimismo, afirmaba que el aforismo "no está aún descifrado porque se le haya leído; muy lejos de eso, pues la interpretación entonces es cuando comienza". Ambos aspectos, permanencia y ambigüedad, estabilidad y apertura a la indeterminación, me parecen buenos pivotes para emprender la reflexión sobre el género más breve.

Sin embargo, toda acometida teórica sobre el aforismo corre el riesgo de asfixiar lo que éste posee de más genuino, justamente: su lacónica e indómita polisemia. Ciertamente, se han escrito magníficos textos acerca de la naturaleza literaria del aforismo (entre ellos, podemos destacar los de Manuel Neila, Carmen Camacho, Erika Martínez o José Ramón González); sin embargo, al leerlos uno siente siempre cierto desánimo, como si nos escamotearan lo que de más encantador, incluso seductor, tienen los aforismos: ese carácter huidizo, que se resiste a ser encerrado entre los barrotes del análisis. Ya escribió Carmen Canet que "Los buenos aforismos dejan siempre la puerta abierta. Y las ventanas"... un lujo que el teórico nunca se puede acabar de permitir.

Tal vez del aforismo sólo pueda dar cuenta veraz, leal y confiable... otro aforismo. Aunque entre los aforistas españoles vivos abundan los intentos de definición del género -intentos, por supuesto, a su vez  polisémicos, traviesos y lúdicos-, no son pocos aquellos autores que se decantan por formulaciones plásticas, poéticas y alegóricas: "El aforismo es el penalti de la literatura" (Karlos Linazasoro), "Un buen aforismo es un preciso torniquete a una hemorragia de tinta" (Sergio García Clemente) o "Un aforismo es la súbita aparición de un pez saltando del agua" (Juan Kruz Igerabide). Y es que el aforismo, como nos advierte este último autor, "siempre cae de canto", ya que por un lado linda con el pensamiento y por el otro, con la imagen poética; así pues, un lenguaje unívoco como el de la taxonomía literaria debe toparse, necesariamente, con salvedades insolubles a la hora de calificar, clasificar y archivar en una sola categoría una miríada de manifestaciones hormigueantes como la de los aforismos.

En los últimos meses he tenido ocasión de espigar un buen muestrario de "metaforismos" (un concepto utilizado por Camacho en su prólogo a Fuegos de palabras para referirse a los aforismos sobre el aforismo, esto es: a los aforismos al cuadrado) ya publicados previamente en libro, que tengo el gusto de compartir aquí con los aficionados al género más breve. Es probable que al lector le ocurra lo que al antólogo ya le ha pasado: que, cuantos más metaforismos lee, más necesita leer, pues ninguno de ellos logra acoger en su seno la prolífica fecundidad del género en su total completud. No importa, es una buena señal, esa;  no en vano, uno de los más eminentes aforistas españoles actuales, Ramón Eder, ya nos advertía que "Siempre fracasa el que quiere definir el aforismo y ese es el éxito del aforismo" (Palmeras solitarias). De hecho, si alguien escribiera un aforismo que acertase a dar cuenta de todos los aforismos que se han compuesto a lo largo de la historia, el género como tal... desaparecería, asfixiado en su propia contradicción.

Cabe preguntarse qué pensaría un aforismo si se mirase en el espejo de lo que sobre él han escrito los pensadores literarios. Seguramente, sentiría estupor, cuando no ganas de salir corriendo. Aunque lo más probable es que, burlón, echaría a volar para posarse de nuevo en el hombro de algún aforista distraído, a quien conminaría a escribir... un nuevo aforismo, esta vez aún más imprevisible, epifánico y sorprendente. Tal vez así, liberado del yugo teorizador, podría recobrar el aire de la ambigüedad que se le habría negado, y que necesita (y necesitamos sus lectores) como el agua y como el pan.


Metaforismos: breve antología de aforismos al cuadrado


Sólo la juventud es suficientemente osada como para escribir aforismos, sólo la vejez suficientemente sabia. Los aforismos son un género imposible. (E. Martínez)

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El buen aforismo es el que dice más de lo que parece, no el que parece que dice más de lo que dice. (R. Eder)

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Un aforismo da sombra de bonsái. (A. Alonso)

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El aforismo es un viaje de ida para el escritor y de vuelta para el lector. (C. Canet)

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Un buen aforismo es para pensárselo dos veces. (K. Linazasoro)

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Aforismos: ilusiones momentáneas. (J. Sánchez Menéndez)

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El aforismo es el microrrelato de la filosofía. (J. Cotta)

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Un aforismo abre una puerta y deja cerradas mil. (G. Insausti)

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Entre una revelación y una tontería a menudo solo media el canto de un aforismo. (J.L. García Martín)

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Un aforismo excelente es ése que al leerlo hace que instintivamente cerremos de un golpe el libro. (A. Francos)

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Un aforismo es la súbita aparición de un pez saltando del agua. (J. Kruz Igerabide)

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Detrás de cada aforismo, de la coraza de acero que cubre a cada aforismo, se esconde una idea desnuda. (M. Neila)

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En el aforismo, decir con una palabra menos es decir con una idea más. (C. Marzal)

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Desconfío de un ensayo en el que ninguna frase merece el rango de
aforismo. (J. Wagensberg)

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Cuando se despertó, el fragmento seguía ahí, negándose todavía a formar parte de algo. (L.A. Guichard)

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Cuando el tiempo pasa lento, el aforismo es eternidad. (J. Sánchez Martín)

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El aforismo es una línea sin punto. (F. Menéndez)

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Un ensayista es un aforista frustrado. (F. Trull)

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El aforismo manuscrito todavía se mantiene cerca del pensamiento recién concluido. El aforismo impreso ya va camino del pensamiento sin final. (A. Cabrera)

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Un aforismo, si es un dardo, tiene que ser un dardo envenenado, aunque el veneno sepa dulce. (K.C. Iribarren)

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Lo que asevera un aforismo podría ser verdad sólo después de escrito. (A. Neuman)

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Hace falta más tiempo y esfuerzo para leer una página de aforismos que una de prosa corrida: una pepita de oro pesa más que un saco de espuma. (M. Merino)

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El aforismo no es lenguaje limitado sino lenguaje-límite: limita con el silencio del sentido. (A. Ortiz-Osés)

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Lo mejor de un libro de aforismos es la cantidad de puntos finales que atesora. (E. García-Máiquez)

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El aforismo no es una estrella fugaz, sino una bombilla siempre encendida. (T.P. Vallecillos)



Libros al Albur


Enciclopedia de libros españoles de aforismos

Inauguramos nueva sección, en la que vamos a empezar a recopilar los mejores aforismos de los libros escritos por autores nacidos o residentes en España, y publicados en nuestro país a partir del año 2010 en adelante. Lo hacemos para reunir en un único espacio virtual la más ingente cantidad de información posible sobre este tema, a modo de "enciclopedia" para su consulta por parte de cualquier interesado o estudioso en el futuro. Las primera obras que incorporamos son los libros de Carlos Marzal, Ana Pérez Cañamares, Manuel Neila, Victoria León, José Luis Morante, Ander Mayora, Jordi Doce, Dionisia García, Fernando Menéndez, Erika Martínez, Felix Trull, José Antonio Santano, Emilio López Medina, Carmen Canet, José Ángel Cilleruelo, Pedro Roso, Antonio Rivero Taravillo, Miguel Ángel Arcas, Gabriel Insausti y Mario Pérez Antolín, entre otros.


Los aforistas que se ocupan de Dios

Una somera lectura de los libros publicados en España en los últimos años, y ciñéndonos exclusivamente al siglo XXI, nos permite afirmar, de manera taxativa, que los aforistas españoles vivos, contra la impresión apresurada, sí se ocupan de Dios. A propósito de la publicación de la antología Las cosas que no son. Los aforistas y Dios por parte de Libros al Albur, reunimos un puñado de aforismos sobre Dios escritos por Juan Kruz, José Luis García Martín, Gregorio Luri o Jesús Cotta, entre muchos otros.


De poetas a aforistas

Iniciamos en El Aforista una ronda de entrevistas con poetas que, en un momento dado, empezaron a cultivar el género más breve, hasta incorporarlo a su quehacer cotidiano. Contribuyen Ana Pérez Cañamares, León Molina, José Luis Morante, Raquel Vázquez y Antonio Rivero Taravillo, entre otros.


Cioran: la pausa del espíritu

Émil Cioran fue uno de los escritores más personalmente antihumanistas del s. XX. Nacido en Rumanía, hijo -como Nietzsche- de un pastor, recaló en París hasta su muerte, renegando de todos los rebaños. Sus libros, justamente célebres por su pesimista visión de la existencia, poseen una bella melancolía que los salva de la insulsa salmodia quejica. En ellos, además, encontramos muchos de los aforismos más redondos de la filosofía reciente; herederos, en parte, de los del Schopenhauer de Parerga y Paralipomena, así como de los textos breves de Lichtenberg y Kierkegaard, abordan de manera acerada y cruel algunos de los temas lacerantes de nuestra condición humana: la plenitud imposible, la muerte, el fracaso, la historia y sus pesos, la poesía y sus contrapesos...  En El Aforista nos hacemos eco de algunos de los reunidos en El ocaso del pensamiento (1940), uno de sus títulos formalmente más equilibrados y austeros, si es que se pueden usar dichos epítetos en un autor tan decididamente desmesurado.


Pessoa: aprender a no ser nadie

La obra y la personalidad de Fernando Pessoa han sido sobradamente estudiadas, analizadas e incluso desmenuzadas desde que, en 1982, se diera a conocer uno de los títulos mayúsculos del siglo XX, su proteico y deforme Libro del desasosiego. La pluralidad y heterogeneidad del autor eran, no sólo conocidas, sino fomentadas por él mismo, así que sería ocioso abundar de nuevo en ello. Aun así, tal vez se haya incidido excesivamente en su gusto por los heterónimos desde la perspectiva de la multiplicación de la identidad personal, orillando el hecho de que, detrás de ella, late un proyecto de destrucción de la misma, una verdadera tarea de conquista del anonimato esencial del ser humano.


Gil-Albert: el placer de discurrir

Un arte de vivir es un volumen misceláneo, compuesto por anotaciones dispersas entre las cuales los aforismos tienen un papel destacado, donde Juan Gil-Albert (Alcoi, 1904-Valencia, 1994) "escribe, como si se tratara de un dietario personal", en palabras de Claudia Simón, aquellas reflexiones en bruto que luego darían pie, o no, a algunos de sus poemas, ensayos o artículos de prensa. Ese carácter primario, un tanto visceral, nos permite acceder a la intimidad del escritor desde una perspectiva nueva, la cual ya habíamos avizorado en su Breviarium vitae. Son sus disquisiciones, aun inspiradas en la España de su época, de total actualidad, plenamente vigentes, lo cual nos informa, para nuestro espanto, de lo poco que cambian algunas naciones por mucho que muden sus estructuras políticas, y para nuestro consuelo, de lo mucho que perviven los buenos textos cuando apuntan a lo esencial.


Hiram Barrios: "El aforismo es una suerte de épica posmoderna"

El Aforista entrevista a Hiram Barrios, a propósito del boom aforístico que está experimentando España en los últimos años. Barrios (nacido en 1983) es escritor, traductor y catedrático. Estudió Letras en la UNAM y es especialista en Literatura Mexicana por la UAM. Ha publicado cuentos, poemas, ensayos y traducciones para distintas revistas, periódicos y suplementos culturales de circulación nacional. Textos suyos han aparecido en revistas de Colombia, Venezuela, Argentina y España. Es autor de los libros El monstruo y otras mariposas (ensayo, 2013) y Apócrifo (aforismo, 2014). Como experto estudioso del aforismo, también es responsable de la antología de autores mexicanos titulada Lapidario (2015). Es profesor de arte y literatura en el Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México.


Los sofismas de Vicente Núñez

Vicente Núñez (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1926 - 2002) empezó a publicar sus peculiares 'sofismas' en octubre de 1987, y siguió haciéndolo prácticamente hasta su muerte en las páginas de los periódicos Córdoba y El Correo de Andalucía. Según indica Miguel Casado, "se trata de tiradas breves, que recogen en cada caso ocho o diez frases, sin una especial ordenación ni alguna clase de afinidad temática". Estos sofismas se recogieron en volumen en varias ocasiones: Sofisma (1994), Entimema (1997) o Sorites (2000). El propio Casado publicó la antología Nuevos sofismas (Germania, Alzira, 2001), en la cual agrupaba los aforismos por temas, a modo de diccionario extravagante; con ello muchas de las anotaciones se iluminaban entre sí, logrando una apariencia sistemática que tal vez no había buscado conscientemente el autor (lo cual no significa que no existiera). En El Aforista compartimos algunos de los aforismos de este libro que más nos han llamado la atención.


Karl Kraus: el artista es el Otro

En palabras del filósofo y aforista Miguel Catalán, "de la síntesis entre lo ético estético procede la importancia del aforismo que, a partir de 1905, irá dominando toda la escritura del austríaco Karl Kraus (28 de abril de 1874 - 12 de junio de 1936), pero que constituye también la forma secreta de toda su escritura. Canetti lo expresa indicando que en sus libros y discursos nunca existió un principio organizador dominante, sino que las frases aisladas (inatacables, perfectas) iban ensamblando, el modo de sillares, una Muralla China igualmente eficaz en todas sus partes. Quintaesencia de su estilo y de un ideario personal que intentaba unificar fondo y forma, el aforismo de Kraus presenta una densidad excepcional y unas aristas cortantes, cualidades que tanto influirían en el estilo de escritura de Ludwig Wittgenstein, Elias Canetti, Thomas Bernhard o Peter Handke". El Aforista publica una breve selección de los aforismos de Karl Kraus, extraídos de La tarea del artista (Casimiro, Madrid, 2011), con la pertinente autorización de su traductor y antólogo, el propio Catalán, a quien agradecemos su generosidad.


María Zambrano: la entraña del cielo

En el libro titulado Dictados y sentencias (Edhasa, Barcelona, 1999), Antoni Marí realizó una selección de frases entresacadas de las obras de María Zambrano, tal vez la autora más densa, honda y audaz del pensamiento español de todos los tiempos. La exigencia de claridad que la propia Zambrano planteaba como horizonte moral y conceptual de la filosofía se traduce en un estilo con sobreabundancia de expresiones rotundas, apodícticas, válidas por sí mismas aunque deudoras de una cosmovisión que las ilumina y dignifica. Es por ello que la operación desnaturalizadora de Marí, y en general de todas las antologías que destilan aforismos a partir de textos de otra naturaleza, encuentra en este caso una plena justificación, tanto filosófica como poética.