Fotogramas. El breve jugo del tiempo


José Luis Morante.- La sugerente expresión Dos por la tarde sitúa en el proyecto creador de Juan Manuel Uría (Rentería, 1976) varias incisiones reflexivas: el deseo de continuidad, sostenido y abierto, tras la salida de Dos por la mañana (2015), el afán de proseguir la trilogía con una futura entrega y la consideración del aforismo como una dosis verbal de precisos ingredientes. Así lo recalca en su excelente prólogo Hiram Barrios, ensayista, traductor y aforista reconocido como una de las mejores voces mexicanas del género. En torno a este trabajo de Juan Manuel Uría escribe Hiram Barrios: “Un razonar sensitivo a caballo entre el filosofar sin ataduras académicas y la libertad de creación poética. Razonar sin sacrificar la estética de la palabra”.

El decir breve baraja sus naipes marcados por el afán de síntesis y el destello intuitivo. Y aboga por la aleatoria suma de intereses. La escritura tantea, recorre el imaginario de la evocación para testimoniar el pensar y el sentir, empeñada en la interpretación de efectos y consecuencias. Pero el gesto no insinúa exploraciones digresivas. El poeta y artista plástico entiende el aforismo como condensación semántica y formal, como exploración y autoanálisis donde emergen los fotogramas de la propia sensibilidad.

El argumentario de Dos por la tarde incide en el cruce de caminos que sugiere este verso de Fernando Pessoa: “Sé plural como el universo”. Ser es caminar, cambiar de planes, ir hacia alguna parte que no se ubica en el mapa de lo previsible. Y en ese deambular subjetivo es necesario conocer cuál es la perspectiva que elige quien enciende la luz de las palabras. Austero y sobrio, el aforismo se percibe por dentro para conocer sus trazos esenciales, ese territorio solapado entre lo ordinario y lo extraordinario: “De un buen aforismo, como de la chistera de un mago, no dejan de salir pañuelos de colores”, “Vaciar las palabras como el escultor vacía las piedras y refugiarme ahí, en ese silencio”, “Un buen libro de aforismos es una escalera cuyos peldaños han de tener la regularidad suficiente para que puedan conducirte, sin tropiezo, más arriba –o más abajo- de ti mismo”, “Esos aforismos como cápsulas que se disuelven en tu interior dejando libre, poco a poco, su principio activo”. Para acabar concluyendo que la lógica de las palabras es otra y está más allá de la razón: “Un buen aforismo ha de ser redondo como un cuadrado” .

El ahora preserva las ascuas vivas de la infancia como una hoguera luminosa que define un espacio simbólico. Regresar a su cartografía supone encarnar de nuevo una actitud auroral, escribir las primeras vocales del destino: “En primaria, pasar del lápiz al bolígrafo era pasar a mayores”, “La imaginación es la infancia que resiste”, “El poeta es la prueba irrefutable de que el hombre desciende del niño”, “Ese momento epifánico en el que descubres que también se pueden comer helados en invierno”

Como si la sonrisa definiera el rostro del optimismo en un tiempo marcado por la necedad, el pensamiento recalca la necesidad del mediodía, de buscar la plenitud en lo cercano: “Un punto de frivolidad relaja el ánimo y distiende el rostro”, “Esos momentos de optimismo puro, sin adulteración, que hay que vivir con cuidado, en la dosis justa”,

En Dos por la tarde la voz atemperada de Juan Manuel Uría tiende al coloquialismo, la ausencia de solemnidad retórica y el cultivo de un cercano propósito dialogal en el que los sustratos temáticos ascienden por las ramas de la inteligencia. Este tratamiento del aforismo hace posible una visión natural de lo cotidiano sobre la que sobrevuela un claro matiz existencial: “Tranquilo amigo, no es más que la vida”. Las palabras resultan porosas a una temporalidad marcada por la fragmentación y lo efímero; extraen el breve jugo al tiempo, ese punto de ironía y verdad, de belleza interior, que aloja entre las manos lo diario.

Juan Manuel Uría, Dos por la tarde. Prólogo de Hiram Barrios. Apeadero de Aforistas/Thémata Editorial, Sevilla, 2020.


OTRAS RESEÑAS:


Rafael Ibáñez Escudero, La VIDA en minúscula


Felix Trull, Y de pronto, amanece


Javier Recas, Una aguda y grácil miniatura


Elías Moro, Lo inseguro


Emilio López Medina, La ignorancia


Hiram Barrios (ed.), Aforistas mexicanos actuales


AA.VV., Marcas en la piedra


J.L. Trullo y M. Neila (eds.), El cántaro a la fuente


Gregorio Luri: El amparo de las sombras


Miguel Catalán: Suma y sigue


León Molina: Tirar la piedra y esconder la mano


Miguel Ángel Gómez: Caída libre


Rosario Troncoso: Relámpagos


Miguel Ángel Alonso Treceño: Consciencia y viceversa


VV.AA.: Juega o muere. Los aforistas y lo lúdico


Francisco Ferrero: Un silencio propio


Carmet Canet y Javier Bozalongo: Cóncavo y convexo


Miguel Catalán: Suma breve


Gabriel Insausti: Estados de excepción


Rosendo Cid: Los consejos no son un buen sitio para quedarse a vivir


Javier Vela: El libro de las máscaras


Miguel Ángel Arcas: Los tres pies del gato


León Molina (ed.): La poesía es un faisán


Felix Trull: La lección de Pulgarcito


Javier Sánchez Menéndez: Concepto


Jesús Montiel: El amén de los árboles


Emilio López Medina: Del amor y todo lo que le es propio


Carmen Canet: La brisa y la lava


Eugenio d'Ors: Gnómica


Ricardo Virtanen: El funambulista ciego


Juan Manuel Uría: La ciencia de lo inútil


Antono Cabrera: Gracias, distancia


Antonio Rivero Taravillo: Vida en común


Emilio López Medina: El arte jovial


Mario Pérez Antolín: Crudeza


Fili Mei. Los aforistas y la paternidad


Jacob Iglesias: Ovejas negras


Jaime Fernández: Maniobras de distracción


Francisco Ferrero: La revolución de la paciencia


Felix Trull: Líneas de flotación


Ramón Eder: Pequeña galaxia


Las cosas que no son. Los aforistas y Dios


Ramón Eder: Palmeras solitarias


Hiram Barrios: Apócrifo


Aitor Francos: Camas


Carmen Canet: Luciérnagas


Juan Eduardo Cirlot: Aforismos del no mundo


Manuel Neila: El juego del hombre


Carmen Camacho: Fuegos de palabras


Gabriel Insausti: Saque de lengua


Victoria León: Insomnios


Ander Mayora: El páramo


Eliana Dukelsky: Crianza


León Molina (ed.): Verdad y media


Sergio García Clemente: Mirar de reojo


Benito Romero: Horizontes circulares



ARCHIVO DE RESEÑAS


Aforistas españoles vivos

Como un suculento y nutricio menú degustación define Elías Moro su lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, "si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma".


El mayúsculo Pascal de Torné

En unos tiempos tan estúpidos como los que nos ha tocado padecer, el Pascal de Torné (así es como habría que referirse en adelante a este extraordinario libro que ya siempre me acompañará en lo que me queda de vida) supone una inyección intelectual y espiritual mayúscula. No hay línea sin sopesar, párrafo sin provecho, página que esté de más; al contrario, es un libro que te crece entre las manos a medida que lo lees, entre el estupor y la maravilla.


Pere Saborit: disolver lo consabido

Cuando el humor se utiliza de esta forma lúcida, fina, sin acidez, se convierte en uno de los medios más eficaces para disolver lo consabido, el sinsentido del mundo que hemos construido, tan lleno de convencionalismos que lo acartonan, enjuagando la suciedad sobrepuesta, extrayendo los sentidos implícitos. Al igual que el restaurador, al limpiar el polvo acumulado en un retablo gótico por siglos de abandono, devuelve parte de su brillo original, Saborit quiere devolverle al lenguaje esa función higiénica que al menos palíe en parte el sinsentido del mundo que hemos construido.


Juan Manuel Uría: lo oculto bajo tierra

Dos por la mañana es el primer libro de aforismos del poeta vasco Juan Manuel Uría, y en él comparte autoría con el artista gráfico Pablo Gallo, quien 'comenta' los textos con sus primorosos dibujos, plenos de ingenio y buen gusto. Estos aforismos nos muestran a un autor maduro e irónico que rehúye el estilo sentencioso para desgranar verdades cotidianas, basadas en el sentido común y el desprecio por la impostura y la retórica gratuita. Según Uría, "el aforismo debe ser nómada, ligero pero de huella indeleble, y algo canalla", y sin duda tienen los suyos mucho de grácil e incluso lúdico.


Cometario, de Jesús Cotta

Los conceptos que utiliza Cotta no son, para nada, innovadores ni originales, y la verdad es que tampoco lo necesitamos pues, como reza su aforismo, remedando a Gide: "Todo está dicho, pero se nos ha olvidado". Así pues, Cometario está trufado de benditas obviedades, perogrulladas sanas y verdades como puños que, en estos tiempos de inflacionaria (y superflua) creatividad desnortada, nos recuerdan que lo importante sigue siendo lo que importaba a los que nos precedieron, e inquietará a los que nos sigan. Pues: "Si no existe una naturaleza humana universal, ¿por qué a los hombres nos ha dado siempre por lo mismo?".


El monstruo ama su laberinto, de Charles Simic

La mayoría de las veces, un libro es un solo libro. En contadas ocasiones, un libro es el afortunado abismo al que se asoma el lector para contemplar su verdadero rostro. Simic, en El monstruo ama su laberinto, conforma un muestrario de pinzas, espéculos, agujas, jeringas y bisturís que llagan las manos ensangrentadas de los que se atreven a pasar página. Simic, cirujano y paciente, obtiene de esa autoexploración especular, unas reflexiones que abren la puerta a la sátira: “Los sirvientes de los ricos y poderosos están convencidos de que nosotros les envidiamos su servidumbre”. Pero Simic no se conforma con regodearse señalando los vicios que llevaron a la podredumbre del presente. “El ojo atento empieza a oír”, escribe con áspera lucidez.


Mapa de ninguna parte, de León Molina

Molina es un aforista portentoso, muy dotado, que rehuye con disciplina el chiste y la vana ocurrencia, para acometer sus composiciones con una precisión exquisita, donde nada sobra ni se echa en falta. Son sus textos sumamente breves, sintéticos, aquilatados, aunque para nada simples: rezuman esa dulce ambigüedad que caractiza a los grandes cultivadores del género. Casi nunca pontifica, y cuando lo hace es con la sabia benevolencia del amigo que va a respetar lo que, en cualquier caso, queramos hacer con nuestra vida. "Seducir es inducir sin aducir".


Convivir con lo inestable, de Eliana Dukelsky

La lengua o el espejo, el primer título de la autora, no es un libro de aforismos al uso. Ello lo percibe enseguida el lector cuando, a diferencia de otros títulos, no puede soltar el libro tras la amena lectura de una docena de páginas, por miedo a saturarse. Por el contrario, la impresión (completamente subjetiva, como cualquier impresión) es la de haber emprendido un viaje junto a la autora, y estar recorriéndolo, de nuevo, junto a ella, en una suerte de travesía submarina de la cual, de un modo u otro, intuye que va a emerger renovado, purificado en cierto sentido.



De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.


Los seminales aforismos de José Bergamín

El aforismo ocupa en la creación bergaminiana un papel no menor que reconoce él mismo cuando asume que "mis textos extensos, en cierta medida, son aforismos perifrásticos. Y mis aforismos, una autobiografía sincopada". El carácter vehemente de Bergamín le induce, con frecuencia, a descargar conceptos como trallazos, no por intuitivos menos profundos. En una carta a un amigo, le confiesa esta naturaleza convulsa de su expresión aforística: "mis aforismos se amontonan, sin darme cuenta, y me estorban para trabajar. Tengo que echarlos fuera pronto".



Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente publicada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.


Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche

Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.


Los entrañables motivos de Morante

En Motivos personales se establece "un diálogo raro entre un escepticismo de largo alcance y una ingenuidad entusiasta" que nos resulta familiar a quienes hemos superado la edad de creernos todo lo que nos cuenten. Esta veta pura que subsiste bajo la gruesa capa de los desengaños es la que le permite escribir, de forma espléndida: "No desmayes; en cada esquina roza la brisa del asombro" (que nunca sabremos si se lo decía porque lo creía o para no descreer de todo ya del todo), o: "De madrugada, un vitalismo insomne me pregunta qué hacer para empezar de nuevo". Probablemente Morante no se engañe y sepa que no es posible ese absoluto recomienzo: "Sé que lo creo no es cierto. Pero es tarde para buscar otras creencias"; pero sí que queda tiempo para ensayar pequeños reinicios, coincidiendo con la escritura de nuevas obras o, por qué no, con el reencuentro con las pequeña alegrías de la vida en contacto con la naturaleza.



Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.


El caracol dorado, de Dionisia García

El caracol dorado es una colección de aforismos que dibuja una sensibilidad moral; buena parte de los textos incide en la reflexión sobre las enseñanzas de lo cotidiano. Si es cierto que “abarcar el cromatismo de la vida es imposible”, el sujeto en tránsito mantiene un estado de búsqueda, ahonda en los matices, persiste en la tarea de observar las mutaciones y los pequeños gestos del entorno. De este modo de pensar y sentir surge el impulso de una escritura indagatoria que hace balance y postula enunciados aplicables a la experiencia. El libro prosigue el recorrido abierto en 1984 por Ideario de otoño, que halló continuidad, una década después, con Las voces detenidas.



La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.


La cruel certeza de Pérez Antolín

El aforismo goza de plena salud. Como género literario, ofrece una fórmula reflexiva, provocadora, asertiva que, pese a los interrogantes que es susceptible de abrir, da seguridad, pues proporciona una racionalidad que persigue poner en orden el mundo. Y el nuevo libro de Mario Pérez Antolín, La más cruel de las certezas, es un buen ejemplo de la actualidad del aforismo y de su eficacia como medio de expresar una racionalidad frente al desorden.


La duda sin complejos de Felipe Valle

Sobre un dolor mil veces reflexionado germinan los poemas, ensayos y narrativas de Felipe Valle Zubicaray. Pudiera parecer que su relación con los aforismos le revela como un chulo de certezas, pero lo cierto es que duda sin complejos. Borges diría de él que es inteligente porque duda. Quien suscribe añadiría que duda porque muere en cada palabra escrita. De sutil descaro se convierte en provocador de guillotina, donde primero se escribe lo que se siente y luego tal vez se lee lo que se piensa. Lo que son las cosas provoca en quien lo rastrea a golpe de clic ganas de más batalla. En este exótico diccionario, Felipe nos deja una vez más solos y a la intemperie para invitarnos a liderar el pensamiento propio estimulando el debate crítico y regenerador.


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